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CRÓNICAS
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El anterior relato, cuyos detalles he comprobado sobre el terreno, por informes de testigos presenciales, es verdadero y exacto, fallando únicamente en refiere al supuesto blockhouse. que sé Volvamos ahora a la guarnición española de Coamo, fuerza a quien un jefe nada precavido (el teniente coronel Francisco Larrea, de Estado Mayor, a cuyo cargo estaban las posiciones de Aibonito) dejó a varias millas de distancia sin patrullas de enlace y casi sin instrucciones. Este Larrea, jefe de ilustración poco común, casi un sabio y además un correcto caballero que me honró con su amistad, era compañero y amigo del coronel Camó. Ya irá notando el lector cómo, en esta campaña de Puerto Rico, siempre un jefe extraño a las fuerzas combatientes, surgía a última hora y tomaba el mando para despojar de su autoridad a los comandantes naturales, mer. mando así sus prestigios y sus honradas ambiciones. Al retirarse de Ponce las fuerzas que allí capitularon, dos compañías del batallón Cazadores de la Patria, algunos Guardias civiles y contados guerrilleros recibieron órdenes de permanecer en Coamo al mando del comandante Rafael Martínez Illes- cas. En números redondos, la fuerza a su mando sumaba 248 hombres y 42 caballos; no había un solo cañón. Illescas llegó a Coamo el 28 de julio, y seguidamente tomó algunas precauciones; ordenó se abriesen trincheras y cortaduras en ambas entradas del pueblo y en algu- nos otros parajes, y situó, además, puestos avanzados sobre las avenidas principales, utilizando para ello su escasa fuerza montada. A la derecha del camino que conduce a los Baños de Coamo, y sobre una altura llamada Loma del Viento, situada en la finca de José Rodríguez Braschi y pertene- ciente al barrio de los Llanos, había una pequeña casa de madera cubierta de cinc, en que a diario se apostaba una pareja de guerrilleros montados para observar toda la campiña y caminos hacia Juana Díaz. Como aquel jefe siempre creyó accidental su estancia en Coamo, no tomó otras medidas de defensa, ni tampoco recibió órdenes para ello. Además entorpecía su acción una fuerza irregular armada, que, al mando de Pedro María Descartes, ron- daba por la jurisdicción, llegando en sus correrías hasta las afueras del pueblo; un Guardia civil, herido en un tiroteo nocturno por gente de esta partida, murió más tarde. La sorpresa. Al amanecer del día 9 de agosto, 1898, Martínez Illescas, que estaba alojado en la casa de Florencio Santiago, alcalde de la población, se disponía a tomar, en compañía de éste, su acostumbrado desayuno, cuando llegó a rienda suelta un guerrillero con la noticia de que fuerzas americanas, muy numerosas, avan- zaban sobre Coamo, y de que a esa hora una batería estaba emplazando sus caño- nes muy cerca de la hacienda «Carmen», propiedad de D. Clotilde Santiago, porto- rriqueño ennoblecido por España y coronel de voluntarios que ostentaba, también, el título de Excelentísimo Señor. 16