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A. RIVERO
 

A fines de enero de 1899 recibí un cable, firmado por el coronel de ingenieros José Laguna, mi padrino, que decía así:

«Detenida instancia, regrese primer vapor; tendrá buen destino. — Laguna.»

Aunque agradeciendo la oferta, reiteré por cable mi renuncia; algunos meses más tarde, D. Rafael Pérez García, encargado interino de los asuntos de España en Puerto ico, me entregó este documento:

Por la secretaría del Ministerio de Estado se dice a esta Delegación con fecha 21 de abril último, lo que sigue: En vista de la instancia que cursó a este Ministeria el capitán de artillería, en situación de supernumerario sin sueldo en Puerto Rico,. D. Ángel Rivero Méndez, solicitando licencia absoluta, el Rey (q. D. g.), y en su nombre la Reina regente del Reino, ha tenido a bien acceder a la petición del inte- resado. De Real orden comunicada por el Ministerio de Estado, lo traslado a usía a fin de que lo haga llegar a noticias del capitán Rivero. — Y en cumplimiento de lo ordenado en la preinserta Real orden, lo comunico a usted para su conocimiento y como resultado de su instancia.

Después de veinte años de uniforme volví a la vida civil, hice registrar mi título de ingeniero industrial, y colgando el uniforme, armas, cruces y hasta la americana para estar más expedito al trabajo, fundé la fábrica Polo Norte, que aun vive vida robusta merced a sus muchos amigos y clientes.

Cierta mañana, mi excelente amigo Manolo Camuñas (que está vivo y ojalá sea por muchos años), vino a buscarme de parte de Luis Muñoz Rivera. Juntos subimos a su despacho, y el jefe del (lobierno Insular habló así:

— Rivero, deseo formar una Policía Insular que sea garantía absoluta de paz y orden, que esté alejada de la política totalmente y revista cierto carácter militar que mantenga su disciplina. ^'Ouiere usted organizaría y aceptar el mando?

—Amigo Muñoz — le contesté — , me comprometo a organizar ese Cuerpo y a entregárselo a usted a punto de llenar su misión; pero siento decirle que no pueda aceptar el cargo que me ofrece.

Comencé mis trabajos, busqué a Urrutia, a Janer y a Carlos Aguado, antiguos