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A. RIVERO
 

ante un Tribunal de Marina, formado para otorgar o negar a La Rocha la Cruz Laureada de San Fernando, él entendió que este oficial había sido juzgado en Corte MarciaU y por eso, más tarde, me escribió las cartas que figuran en el apéndice. A La Rocha le fiíé negada la Cruz de San Fernando, cruz que siempre fué la suprema aspiración de un marino o soldado español. Yo, que vi su arrojo y pericia durante el combate, creo que mereció aquella recompensa. El capitán del Saint Faiil dio cuenta de la acción con el siguiente informe: U. S. S. St. Paul. En la mar, Lat. 20^35' N.; Long. 7345' O. Junio 28, 1898. Señor: Tengo el honor de poner en su conocimiento las últimas operaciones del Saint Paul^ incluyendo el combate contra buques enemigos, frente a San Juan, Puerto Rico. En 19 de junio el Saint Paul, habiendo transferido mucha parte de sus repuestos y municiones a otros buques, salió con la escuadra hacia Santiago de Cuba. Por orden del comandante jefe seguí a San Juan para bloquear el puerto; junto con las órdenes recibí la información de que el Yosemite, comandante Emory, se reuniría en plazo muy corto al Saint Paul, en las afueras de San Juan, para que yo pudiese dirigirme a New York en busca de carbón, que nos hacía notable falta. lí Saint Paul navegó a moderada velocidad con la idea de interceptar algún buque español por el vSur de Plaití y canal de la Mona; pero no tuvimos éxito, lle- gando frente a vSan Juan a las ocho de la mañana del miércoles 22 de junio, con tiempo claro, fuerte brisa y el mar algo movido. A las 12.40 de dicho día la campana de emergencia fué tocada por el oficial del puente, teniente J. A. Pattson. Subí acto seguido, y pude ver un crucero español sa- liendo del puerto lentamente y con proa al Este. Era el Infanta Isabel o el Isabel //, ambos hxxo^e^ gemelos del Don Juan de Austria, hundido en Manila. El Saint Paul estaba parado, proa al viento, que soplaba del Este, y mantuvo su posición cuando el crucero español navegó, muy despacio, hacia Nordeste, abriendo fuego a larga distancia bajo la inmediata protección de las baterías de costa, las cuales montaban gran número de cañones modernos de ocho y diez pulgadas. Ni un solo proyectil nos alcanzó por fuego directo, aunque algunos pasaron sobre nosotros después de haber rebotado en el mar. F^l Saint Paul replicó solamente con algún disparo para medir la distancia, y, a pesar de esto, el enemigo continuó su fuego inefectivo. A la una de la tarde, un torpedero destróyer, teniendo todas las características del Terror (creo era este buque), salió del puerto y, doblando el Morro, navegó hacia el Este, paralelo a la línea de la costa. Entonces el Saint Paul hizo avante, co- locando al enemigo en tal posición que, si realizaba un ataque, fuese cogido de través por el oleaje. Nuestra maniobra tenía además el objeto de atraer al Terror fuera del alcance de las baterías de tierra. A la 1.20 el Terror^ ahora al alcance de nuestros cañones de mayor calibre,