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A. RIVERO
 
Almirante Bermejo.

confusión de ideas respecto a las finalidades de una guerra. Al iniciarse un conflicto- armado no es la idea de victoria el norte exclusivo que guía al sentimiento español; victoria y derrota, ambos conceptos van siempre unidos, y tienen igual valor. Así es. frecuente oír y leer: «Si nos provocan habrá un segundo Trafalgar», o «habrá un nuevo Dos de Mayo». A nadie se le ocurre amenazar con un Lepanto o un Bailen. Morir con honra: he aquí la suprema aspi- ración. Inteligencia, estrategia, medios de com- bate..., no valen nada. Honor y coraje es cuanta se les pide a las fuerzas de mar y tierra en las grandes crisis nacionales. ¿"Que los Estados Unidos derraman el oro a torrentes compran- do buques en todos los puertos del mundo.^^ «¡Mejor!; más presas para los corsarios catala- nes y mallorquines.» Que los escuadrones ame- ricanos hacen rumbo hacia Cuba y Puerta Rico... «¡No importa! Ya enseñaremos a esas bisoñas y heterogéneas tripulaciones yankees cómo son los filos de nuestras hachas y cuchi- llos de abordaje.» El ministro Bermejo participaba de estas ideas, y con gran optimismo pensaba en los futuros corsarios. Para él tenía más importancia el número de buques de la escuadra española que su estado y poder ofensivo. Realmente, el Alto Mando de la Armada española no fué durante toda la guerra sino un gallardo acorazado que había echado anclas, todas las de a bordo, en los amplios salones del Ministerio de Marina. Frente al ministro Bermejo se yergue la noble figura del almirante Pascual Cer- vera. Este marino ilustre vislumbra el futuro con certeza que aun hoy causa asombro; conoce íntimamente sus buques, mal armados y faltos de muchos elementos esen- ciales de combate; no cree en la Numancia ni en el Pelayo, y sonríe cada vez que le nombran los cuchillos de abordaje de mallorquines y catalanes. A cambio de lo anterior, no desprecia al enemigo y sabe cuánto puede esperarse y temerse de su valor, de su osadía y de los poderosos medios de combate de que dispone. Por todo esto protesta respetuosamente contra el hecho de que se le empuje hacia un desastre inevitable. No es atendido, y entonces, puesta su confianza en Dios, sale en busca de la muerte. K 1 til i r ante B e r ni e j o .