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A. RIVERO
 

de ser fondeada estuvo examinando el puerto) que la escuadra española no estaba aquí. Y con esto debió terminar toda operación naval aquel día de la flota enemiga. ¿Cervera no estaba? Pues a buscarlo.....

Pero como el almirante abrigaba diferentes propósitos, izó bandera de combate y comenzó su ataque por sorpresa y a la hora de la madrugada en que él sabía que el sueño vence aun a los mejores centinelas.

«Es la madrugada—dice Jomini, y en ello conviene también Almirante—la hora propicia para el buen éxito de un ataque por sorpresa; a esa hora, los más vigilantes están rendidos y todos piensan en que pronto serán relevados.»

¿Por qué no forzó el puerto de San Juan la escuadra del almirante Sampson? No lo sé con certeza.

Es verdad que algunos torpedos, de pésima calidad, cerraban el paso; pero ¿no había también torpedos cuando el comodoro Dewey, a bordo del Olimpia, desfiló en cabeza de su escuadra bajo el cañón de las baterías de la isla del Corregidor, y horas después destruía todo el poder naval de España fondeando frente al arsenal de Cavite?

El día 5 de agosto de 1863 forzó el paso de Mobila el almirante Farragut con una escuadra de 30 buques, la flor de la Marina federada; los fuertes, bien artillados y mejor defendidos por los confederados, vomitaban metralla y bala rasa sobre los atacantes, cuando Farragut señaló a siete buques, encabezados por el Brooklyn, que forzasen el canal. Empezaba el movimiento, cuando arreció tanto el fuego enemigo, que el Brooklyn, indeciso, paró sus máquinas; y entonces, comprendiendo Farragut que el temor a los torpedos era la causa de aquella detención, ordenó al Hartford que tomase la cabeza de la columna, mientras pronunciaba aquella célebre frase: Danm the torpedoes; go ahead! (¡Al diablo los torpedos! ¡Adelante!).

Y la escuadra federada forzó el paso.

Con los arrestos de un Dewey o de un Farragut, Sampson hubiera realizado su programa. Aquellos torpedos eran inofensivos; ni el Manuela ni el Colón, echados a pique, obstruían la entrada del puerto; todo eso lo sabíamos los artilleros y hasta muchos paisanos. Cuando después de firmado el protocolo se sacaron dichos torpedos, se vió que la boca del Morro y el canal de entrada habían estado libres de todo obstáculo.

Si a mitad del combate la escuadra enemiga, con los acorazados a la cabeza, fuerza la entrada y fondea en la bahía, la plaza de San Juan se hubiese rendido sin remisión. Mientras duraba el desfile, desde la boca del Morro hasta el fondeadero, poco o nada hubiese hecho el fuego de las baterías a las corazas del Iowa, del Indiana y del Nueva York; y ya fondeados, solamente el cañón de Santa Catalina y tres de San Cristóbal podían hacerle fuego.

Si algún almirante, al frente de una escuadra poderosa, perdió una oportunidad de adquirir fama y honores, éste fué el contraalmirante Willian T. Sampson, el día 12 de mayo de 1898, frente a San Juan de Puerto Rico.

A los dos días publicó la Gaceta Oficial de San Juan este documento: