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A. RIVERO
 

— Avisa al capitán Iriarte ígobcrnador del Morroi que la escuadra española está i la vista. Un l>ü(jue pe(|ueii() venía a la caljeza. Seguíanle tres más de gran tonelaje, qne -;x,ani¡ nados por (^I capitán Iriarte, (.pie llegó en aquellos momentos, fueron recono- cidos como pertenecientes a la escuadra de Jos lisiados l'nidos. I'd capitán tenía en su cartera siluetas de lodos los buques d(í Sanipson. ■--dJigan al capitán Rivero : gritó excitado que es la escua- dra yankee. d'odos lo miraron con asruii- bro; no cabía duda: o el capitán Iriarte estaba medio dormido, o no sabía una palabra de buques de guerra. I'd tnisnio ca|)ilán, con gran tral)ajo, pudo hacerse oír de Ca- |">itanía general )' comunicó la ocurrencia, ri;c;bie.ndo esta res- puesta del :iyudante de guardia: ^-^J'.stá Inen. I'ronio se aclaró el misterio, lúi gran acorazado, que ahora navegaba, en cal)e>;a, se dirigió hacia el .Morro, levantando <:on su proa montañas ele espuma, y como la claridad había au- mentado, vtóse flotar sol)re sus mástiles el pabellón estrellado de los .listados l'ni- dos de América. csjl.a escuadra yankee!.", fue el clamor general. La corneta lanzó a los aires el to- (pu; de generala, y los artilleros, algunos medio dormidos, volaban a sus puestos. l>rilló un relámpago que ¡.lareció incendiar el costado de estril)or del acorazado de vanguardia (el /tr:va i, y muí andanada ]>asó sobre los altos parapetos del vetusto y glorioso Castillo. liran las cinco y diez y siete de la niafl:ma; dos cañones de seis libras de la l.ia- tería de estribor y urui de ocho pulgadas de; la torre de proa habían sitio disparados simultáneamenle por aquel buipic. S»d)re el para[)eto, a pecho descubierto y escrutando el horizonte, estaba va el