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y lo es de harta mala digestion, y en el qual el de Anju de buena razon havrá ganado poco, y que yo siempre tuve por artificio, no sin espantarme que haya dado lugar que el dicho Salzedo aya venido aquí, y no ántes acabádole donde le tenian, porque estuviese oculta la malicia ; pero no siempre esto lo permite Dios. Todo esto lo pongo aquí afirmativamente. . . . . . . . .


III.


PARIS, 9 NOVEMBRE 1582.


. . . . . . . . . Lo primero que en esta diré será la historia de Salzedo, á quien justiciaron, como ya avisé.

Después que el rey christianísimo le huvo oydo en persona, mandó meterle aquí en la Bastilla, dándole juezes que le oyesen y examinasen, ante los quales tornó á confirmar que sus deposiciones hechas en Brujas eran falsas. De ally le truxeron al palés, remitido el negocio al parlamento, para que le juzgase, adónde le dieron tormento, en el qual acordó de revocar lo dicho y bolver á dezir que las dichas deposiciones de Brujas eran verdaderas. Y como se le quisiesen dar segunda vez tormento, dizen que dixo porque se le querian dar, que el diria todo quanto quisiesen ; y assí se entiende de buen lugar que alguno le huviese induzido á dezirlo assí, con promessas de que ternia la vida segura si lo hazia . Hallóse el mismo rey presente á los tormentos, escondido detrás de una tapicería, el qual, como le oyese negar lo que tantas vezes havia assegurado, dizen que dixo que aquel era un muy gran bellaco . Acabados los tormentos, le embiaron luego dos confesores ; y si bien tienen aquí por costumbre que sean siempre teatinos los que assisten á los pacientes, no quisieron que fuessen sino Franceses, curas de aquí ; y esto por pedirlo assí uno que haze aquí los negocios del duque de Anju, alegando que los teatinos eran españoles. Estos confesores fuéronle desengañando, que havia de morir, y que no havia por qué esperar vida. Lo qual como viese que le asseguravan de todo punto, se resolvió á no querer perder el alma tras el cuerpo, y ántes