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ISONDÚ
Escuchar de la abuela las sencillas historias peregrinas; perseguir las errantes golondrinas, abandonar la escuela y organizar horrísona batalla, en donde hacen las piedras de metralla y el ajado pañuelo de bandera; componer el pesebre de los silos del monte levantados; tras el largo paseo bullicioso traer la gra na leve, los corales, el musgo codiciado. Y en extraños paisajes peregrinos, y perspectivas nunca imaginadas, hacer de áureas arenas los caminos y de talco brillante las cascadas. Los reyes colocar en la colina, y colgada del techo la estrella que sus pasos encamina, y en el portal el Niño-Dios riente sobre mullido lecho de musgo gris y verdecino helecho.
JosÉ A. SILVA.