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posa. « La raposa no es un animal vagabundo, sino do- miciliado — escribe Buffón (1) — esta diferencia que se hace sentir aún entre los hombres, tiene gran eficiencia y supone más grandes causas entre los animales. La idea sola del domicilio presupone una singular atención so- bre sí mismo; luego, la: elección del lugar, el arte de fabricar la guarida y de solapar la entrada a ella, son tantos otros indicios de un sentimiento superior. »

Tiene, pues, nuestra raposita un sentimiento superior del mundo y de la vida. Sólo que... la vida es dura; se tiene hijos; los inviernos no ofrecen grandes recursos en el campo. No hay nidos en los atochares; las cepas de los majuelos aparecen desnudas y secas. ¿Qué ha de hacer una raposa sino ir a los corrales donde las ga- llinas reposan? Ya está en el gallinero nuestra zorrita; las gallinas se han dado cuenta — un poco tarde — del huésped que viene a visitarlas. La hora no es para cor- tesías. Se ha producido un ruidoso remolino en el co- bertizo a la vista de la raposa. Todas las gallinas ca- carean y los gallos cantan despavoridos. La raposa ha cogido una gallina entre los dientes y la ha zarandeado con violencia ...

No se harta de destrozar gallinas; tendidas quedan muchas por tierra. En la casa deben tener el sueño muy pesado; nadie se mueve. O ¿qué sabemos? Estos labrie- gos que trabajan a costa de un amo son muy ladinos.

Pensad en las matanzas que hacen los pastores y se las* achacan a los lobos. Tal vez ahora saben que la zorra está destrozando el gallinero; pero como la raposa

(1) Jorge Luts Lerlerc, conde de T:ffón (1707 a 1788), célebre naturalista irancés.