LECTURAS VARIADAS 43
llegó una remesa de fusiles, y los ingleses, nuestros bue- nos amigos de aquélla época, no sabían vender a plazo, ni les convenía abrir crédito a gobierno tal vez de un día y pueblos sin rentas públicas.
Para recibir los fusiles era preciso entregar el dinero contante, y el dinero faltaba.
Belgrano pedía nuevas bayonetas para armar las po- blaciones que se levantaban en masa contra el español. El vocal Sarratea las reclamaba a su vez para Monte- video, cuya plaza debía poner en estrecho sitio.
La reunión de aquella noche en casa de la señora de Escalada, tendía, pues, a salvar la afligente situación.
Cuando estuvieron reunidas las principales complo- tadas, la señora Tomasa les habló así :
— Las he mandado llamar, para que, si están resuel- tas, compremos los fusiles, haciendo una suscripción. El gobierno no puede pagarlos, y es preciso que los ene- migos no adviertan nuestra pobreza.
— Perfectamente, amiga mía, — dijo doña Carmen Quintanilla de Alvear.
— ¿Y cómo haremos eso? ¿Será preciso prevenir a nuestros esposos? — agregó María Costa.
— Eso no puede ser; los vuestros aceptarían, pero el mío, que es español, y nada amigo de los patriotas, lo descubriría todo, — replicó Elena P.
—¡Pobre Elena! ¡Qué desgracia la tuya, casarte con un godo acérrimo! ¡Debes sufrir mucho!
— ¡Oh! No tanto como mi marido; él sufre por mi y por nuestro pequeño Juan, que es americano. Por esto yo no puedo dar mi nombre, si el donativo se ha de hacer por escrito.
— ¿Pero pagarás tu arma?
— Eso sí.