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352 ISONDÚ

118.

El viejo Tellagorri.

Algunas veces, cuando su madre enviaba por vino o por sidra a la taberna de Arcale a su hijo Martín, le solía decir :

— Y si le er suentras, al viejo Tellagorri, no le hables; y si te dice algu respóndele a todo que no.

Tellagorri, tío-abuelo de la madre de su padre, era un hombre flaco, de nariz enorme y ganchuda, pelo gris, ojos grises y la pipa de barro siempre en la boca. Punto fuerte en la taberna de Arcale, tenía allí su centro de ope- raciones; allí peroraba, discutía y mantenía vivo el odio latente que hay entre los campesinos por el propietario.

Vivía el viejo Tellagorri de una porción de pequeños recursos que él se agenciaba, y tenía mala fama entre las personas pudientes del pueblo. Era en el fondo un hom- bre de rapiña, alegre y jovial, buen bebedor, buen amigo y, en el interior de su alma, bastante violento para pe- garle un tiro a uno o para incendiar el pueblo entero.

La madre de Martín presintió que, dado el carácter de su hijo, terminaría haciéndose amigo de Tellagorri, a quien ella consideraba como un hombre siniestro. Efectivamente, así fué : el mismo día en que el viejo supo la paliza que su sobrino había adjudicado al joven Ohando, le tomó bajo su protección y comenzó a iniciarle en su vida.

El mismo día en que Martín disfrutó de la amistad de Tellagorri obtuvo también la benevolencia de Mar-