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LECTURAS VARIADAS 337


preguntita, y habría de verse moro para contestármela de corrido.

Picóle la curiosidad al buen obispo y sonriéndose lige- ramente respondió :

— A ver, hijo, pregunta.

— Pues, con venia de su Señoría, y s no es atrevi- miento, yo quisiera que me dijese cuántos Dominus vobiscum tiene la misa.

El señor Chaves de la Rosa, sin darse cuenta de la acción levantó los ojos.

— ¡Ah! — murmuró el niño, pero no tan bajo que no lo oyese el obispo. — También €l mira al techo.

La verdad es que a Su Señoría llustrísima no se le había ocurrido, hasta ese instante, averiguar cuántos Do- minus vobiscum tiene la misa.

Encantóle, y esto era natural, la agudeza de aquel arrapiezo.

Por supuesto, que hubo amnistía general para los arrinconados.

El obispo se constituyó en padre y protector del niño, que era de una familia pobrísima de bienes, si bien rica en virtudes, y le confirió una de las becas de! Seminario.

Cuando el señor Chaves de la Rosa, no queriendo tran- sigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto con su Cabildo, renunció en 1804 el obispado, llevó, entre los familiares que le acompañaron a España, al cleriguito del Dominus vobiscum, como cariñosamente llamaba a su protegido.

Andando los tiempos, aquel niño fué uno de los pro- hombres de la Independencia, uno de los más prestigiosos oradores de nuestras asambleas, escritor galano y robusto, habilísimo político y orgullo del clero peruano.

¿Quién fué?