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306 ISONDÚ


refractor de origen alemán, el país de las lentes sin igual y de la mejor cerveza. Está ansioso por arrojarse a las profundidades de este cielo, nuevo en parte para, él y surca las ondas diáfanas del éter, donde pululan, como en el fondo del mar, los peces luminosos del espacio.

Hagámosle el gusto, veamos.

Hacia el norte van pasando las Pléyades, ese grupo delicioso de seis pequeñas estrellas a simple vista. Son las vírgenes que acompañan a Diana huyendo de Orión el cazador.

A sus ruegos fueron convertidas por los dioses en siete palomas blancas y colocadas en el cielo. Y allí van vo- lando todavía porque el mismo temor las impulsa, agi- tando sus alitas de alabastro, suaves y brillantes.

Todas lucen y tiemblan como escamas de nácar arro- jadas al espacio por una mano invisible. Pero apuntando al centro del grupo con el anteojo, se presenta un bello espectáculo, porque entonces las siete palomas se ex- tienden y separan como espantadas, brilla su plumaje y por entre el claro que ellas dejan, surge una multitud de estrellitas telescópicas, como si el instrumento fuera un halcón, que al perseguir y dispersar una bandada de palomas, hubiera puesto en alboroto a un enjambre de picaflores.

MARTÍN GiL.

LÉXICO

Pléyades. — Constelación pequeña que llamamos vulgarmente Siete Cabrillas. Su aparición en nuestro hemisferio en la primavera fué notada por muchos pueblos salvajes por que coincidía con la época de las siembras ; y hay varias tradiciones a su respecto como la de « Siete Estrellas ». Según