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262 ISONDÚ


84.

¿Por qué no estudias?

Después de aquel día tan largo, es una noche también muy larga, con luces encendidas delante de las imágenes y conversaciones en voz baja, sostenidas en el hueco de las puertas que rechinan al abrirse. Yo me senté en el corredor, cerca de una mesa donde había un candelero con dos velas, y me puse a pensar en la historia del gi- gante Goliath. Antonia, que pasó con el pañuelo sobre los ojos, me dijo con voz de sombra :

— ¿Qué haces ahí?

— Nada.

— ¿Por qué no estudias?

La miré asombrado de que me preguntase por qué no estudiaba, estando enferma nuestra madre. Antonia se alejó por el corredor, y volví a pensar en la historia de aquel gigante pagano que pudo morir de un tiro de piedra. Por aquel tiempo, nada admiraba tanto como la destreza con que manejó la honda el niño David. Hacía propósito de ejercitarme en ella cuando saliese de paseo por la orilla del río. Tenía como un vago y novelesco presentimiento de poner mis tiros en la frente pálida del estudiante de Bretal. Y volvió a pasar Antonia.

— ¿Por qué no te acuestas, niño?

Y otra vez se fué corriendo por el corredor. No me acosté, pero me dormí con la cabeza apoyada en la mesa.