LECTURAS VARIADAS 259
La línea de las llamas seguía avanzando hacia la costa del Ubajay, pero allí el tupido cerco de las hierbas acuá- ticas las contuvo bañando sus hojas de jugo nutricio al contacto del fuego. Las llamaradas, rabiosas, estiraban sus lenguas ondeantes chamuscando las plantas exte- riores del camalotal. Algunas llegaron hasta el borde del arroyo e intentaron en vano saltarlo, pero al fin se
encogieron retrocediendo fati- gadas.
Entonces se precipitaron al asalto de un viejo ceibo que se cubrió de blancos espumara- jos, como si quisiera proteger las débiles guías de las enreda- deras que festoneaban el cres- tón de sus flores purpurinas.
De repente, en medio de los juncos de un estero, un puma concolor se revolvió bramando sin querer abandonar la gua- rida, hasta que una llamarada lo envolvió y empezó a tostarlo. La fiera se irguió bravía sobre el barranco y dando un rugido se arrojó a la corriente.
Al fondo, él bosque entero ardía convertido en una enor- me hoguera. Los árboles despo- jados de follaje mostraban sus
Las garzas viven a la orilla de lagunas, arroyos y esteros, donde hallan abundante alimento,
troncos negros y escuetos quemándose entre fragores, como si una legión de invisibles combatientes hicieran disparos de metralla en medio del incendio, que teñía las claridades del cielo con resplandores anaranjados.