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es que entre los médanos se encuentran morteros, flechas, pedazos de cacharros que el viento descubre o esconde, según su capricho.

Los morteros están intactos, reducidos los cacharros a su mínima expresión por los remolinos que los zaran- dean sin cesar. A pesar de todo, el coleccionista nada desprecia, y, por insignificante que parezca, siempre recoge y guarda lo que encuentra.

Mientras seguía yo por la arenosa playa y cantaba la laguna su eterno rum... rum... enviando grandes olas espumosas luchaban mis amigos con el viento y la correntada y tanto, que si no hubiese sido por el fuerte brazo de Edmundo no se salvan aquel día según me dijeron después.

Recogiendo un pedacito de”cacharro aquí, otro más allá; trepando con dificultad las movedizas cuestas, con- tinué mi penosa marcha hasta que dí con un paraje res- guardado donde me senté a descansar.

'» Estas lagunas son distintas de las lagunas de la pro- vincia de Buenos Aires con su explayada y rojiza orilla.

Las que visité en el campo « Don Roberto » (Talca, El Plumero, Los Barriles, El Chañar, Los Baños, El Águila) son lagunas, más bien laguitos, entre médanos, que generalmente tienen, de un lado, un montecito de árboles bajos con mucho matorral, y del otro, un médano arenoso.

Hace apenas unos cuarenta años eran estos campos pro- piedad de los indios ranqueles, cuyo centro se hallaba en_Leubucó (1).

(1) El viaje a los indios ranqueles del Coronel Lucio Mansilla describe muchos Ao estos parujes y las costumbres de aquellos indios.