LECTURAS VARIADAS 229
Mirada de estupor; indeciso, añadió con ansia inex- plicable :
— ¿Su profesión?
— General del Ejército libertador de las Provincias del Alto Perú.
El cura se puso en pie, hizo una reverencia profunda, juntó las manos sobre el pecho, alzó con unción los ojos al cielo, y murmurando una oración entre dientes, extendió la diestra y puso solemnemente la bendición sobre el forastero.
Entre tanto había desaparecido el sacristán. Duró aun algún tiempo el asiento, pasando al libro las par- ticularidades sobre el nacido, sus padres y su padrino.
De pronto se echaron a vuelo las campanas como en los grandes días, resonó el órgano tocando con ardor no usado hasta entonces, y al salir del templo, cura, padrino y comadre portadora del niño, el pueblo corría por la plaza gritando :
— ¡Viva el general Belgrano! ¡Viva! ¡Viva!
Repentinamente se cubrieron las ventanas y puertas de cañas llevando, a guisa de bandera, pañuelos de hierbas y lienzos de colores; tronaron cohetes y petardos, y se vió descender, bajo el hermoso crepúsculo prolon- gado por los celajes de oro y púrpura que embellecían el horizonte, centenares de hombres a los gritos de «¡Viva la patria! ¡Viva Belgrano! »
En medio de la muchedumbre ebria de entusiasmo, montó el general de nuevo a caballo, saludó con el som- brero en la mano, estrechó y besó la mano al cura, y después del regalo obligado — una pequeña bolsa con tomines y reales — a la comadre, partió al trote largo a juntarse con su ejército que acampaba a tres leguas