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LECTURAS VARIADAS 187


su propia Bandera, fué contestado por la tropa, y a su voz unióse el coro de las mujeres y los niños, que asistían desde los balcones, y el rugido del pueblo que se apiñaba en las aceras. Aquel clamor brotado unánime de la plaza de Jujuy, como de una boca de la tierra, se concretó después en música heroica, y ascendió desde los pifanos y atabales del ejército hasta subir a las torres de los templos, donde fundido con el repique de las jubilosas campanas, voló como una ráfaga de gloria, hacia las ci- mas de los Andes tutelares, que almenan y hermosean la ciudad armoniosa del Xivi-Xivi. Las salvas de los caño- nes saludaban, entre tanto, con repetidas descargas, la hora de la tarde, como había saludado en jornada tan bella la hora del amanecer.

Entre aquellas enloquecedoras manifestaciones de jú- bilo popular, Belgrano, siempre con la Bandera en alto, vino a ponerse a la cabeza del pueblo y del ejército, que le acompañaron a depositarla en su casa. Desfiló Belgrano, envuelto en aquella aura de vítores y músicas marciales. Creaba en ese momento, para su propia gloria, la actitud en que habría de verlo la posteridad. Creaba, en aquel momento, para su propia Patria, el símbolo con que ha- bría de perpetuarla en los siglos. « Nuestra sangre derra- maremos por esa Bandera », exclamaba el pueblo al verla pasar... Pocos meses más tarde, la Sangre del juramento fué derramada... Belgrano estaba ante la escena hen- chido de esperanzada emoción. Él mismo ha narrado la escena en un oficio célebre, y a quien no inventara ban- dera alguna, ha de excusársele esta simple rapsodia de aquel relato; tal página era necesaria en homenaje a Jujuy, pues fuéle dado a su pueblo, el 25 de mayo de 1812, ser el protagonista denodado de la heroica escena;