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186 ISONDÚ


« vez la bandera nacional en mis manos, que ya os dis- « tingue de las demás naciones del globo, sin embargo de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sa- grada causa que defendemos, para echarnos cadenas y hacer más pesadas que las que cargaba. Pero esta gloria debemos sostenerla de un modo digno con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obli- « gaciones hacia Dios, hacia nuestros hermanos, y hacia nosotros mismos; a fin de que la Patria se goce de « abrigar en su seno hijos tan beneméritos, y pueda pre- « sentarlos a la posteridad como modelos que haya de « tener a la vista para conservarla libre de enemigos, y « en el lleno de su felicidad. Mi corazón rebosa de ale- « gría al observar en vuestros semblantes, que estáis « adornados de tan nobles y generosos sentimientos, y « que yo no soy más que un jefe a quien vosotros impul- « sáis con vuestros hechos, con vuestro ardor, con vuestro « patriotismo. Sí, os seguiré imitando en vuestras accio- « nes y con todo el entusiasmo de que son capaces los « hombres libres para sacar a sus hermanos de la opre- « sión. Ea, pues, soldados de la Patria, no olvidéis jamás « que nuestra obra es de Dios : que Él nos ha concedido «esta Bandera, que nos manda que la sostengamos, y « que no hay una sola cosa que no nos empeñe a man- « tenerla con ei honor y el decoro que le corresponde. « Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, « puestros ciudadanos, todos, todos fijan en nosotros la « vista y deciden que a vosotros es a quienes correspon- « derá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria que os habéis abierto. Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello gritad : ¡Viva la « Patria! » El ¡viva la Patria! que Belgrano pedía, a la sombra de