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LECTURAS VARIADAS 181


noche anterior, probablemente preparadas por la indus- tria de Antonio Cruz y de Vicente Galván, que las ade- rezaron en las fiestas mayas de 1813. La plaza mostraba así, con su lonja consistorial y sus torres, un aspecto mágico para la población deslumbrada. El ceremonial de aquellas fiestas públicas, harto les era conocido, así a la gente de Jujuy, como a la de todas las ciudades de Indias los onomásticos de sus reyes, el aniversario de su fundación, el día de su patrono y las pascuas, repetía cuatro y cinco veces por año, para regocijo de los vecinos, las partes del gastado ceremonial. Pero esta vez, sobre el antiguo esquema de la jura, toda la figuración se renovaba; y la presencia del ejército numeroso y de la oficialidad forastera, decoraba la fiesta con sus oros marciales.

Distraíanse los corrillos de la plaza en parlerías y con- jeturas, cuando, de pronto, la cuenca del valle se estre- meció con nuevo estruendo : había sonado en cañonazo y después otro, y otro; y ahora continuaba sonando. Pablo de Mena, que llegaba al cabildo en aquel momento, y que iba, como alférez, a ser uno de los protagonistas de la fiesta, les avisó que esos cañonazos eran las sal- vas con que la tropa anunciaba la salida de la Bandera nacional, desde la casa del general en jefe. Corrió la muchedumbre por la calle adyacente hacia la posada donde alojábase Belgrano, y se oyó el último cañonazo, de los quince que prescribía la ordenanza, cuando entre los ponchos rojos de los indios y las casacas azules de los militares, vieron al barón de Holmberg que avanzaba en mitad de la calle, seguido por su escolta de honor, conduciendo la Bandera hasta el edificio del cabildo. Apareció el barón en sus balcones y haciéndola flamear al son de dianas, la dejó en la baranda entregada a la