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LECTURAS VARIADAS 169


retal de manta vieja. ¡Si la pobre chica hubiera podido llevarse consigo la tarimita, el jergón, las dos medias sábanas y el cobertor raído a que estaba acostumbrada en su casa!... Pero todo ello y cuanto había puertas adentro, no alcanzó para pagar las deudas de su pa- dre. Después de todo, aun- Que Silda hubiera llevado su cama a casa de tío Mocejón, se habrían aprovechado de ella Carpia o su hermano, y al fin, la misma cuenta le saldría que no tener cama propia. No sé si discurría Silda de esta suerte cuan- do se acostaba sobre el mon- tón de redes viejas del rin- cón de la cocina; pero es un , Ñ hecho averiguado que ten- derse allí, taparse hasta donde le alcanzaba la media manta y quedarse dormida como un leño, eran una mis- ma cosa.

Algo más que la cama, ex- trañaba la comida. No era de bodas la de su casa; pero la que había, buena o mala, era"abundante siquiera, por- que entre dos solas personas,' repartido lo que hay, por poco que sea, siempre toca mucho a cada una. Luego, como hija única de su padre, que no se parecía en el genio ni en el arte a Mc<cjón, cra relativamente niña