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4 ISONDÚ

El legado de Ana María.

Había una niñita que era hermosa, pero, más que en hermosura, consista su mérito en la bondad de su co- razoncito, que con ser tan pequeño de tamaño, daba cabida a un inmenso tesoro de amor para todo lo que la rodeaba. Hoy veo que fué un ángel destinado a pa- sar por la tierra, para legar a otros niños el ejemplo de su corta, pero incomparable existencia.

En todos los casos mostróse Anita como una criatura excelente, pero el rasgo dominante de su carácter, fué el cariño que, desde muy chiquita, profesó a los ani- males : el gato, el perro, el caballo, los pollitos, las pa- lomas, eran consideradas por ella de muy distinta ma- nera que como lo son por la generalidad de los niños.

Jamás habría tenido cabida en su cabecita la idea de maltratar a un animal; al contrario, parecíale justo llenarles de cariño y cuidados, no sólo a los vivos sino también a sus juguetes, que eran en su mayor parte representantes de la fauna.

Amaba con sin igual ternura a su burrito de goma, ya cojo. — ¿Sabes? — solía decirle — voy a contarte un cuento muy viejo, de esos que, como dice abuela, pa- saron en tiempo de Maricastaña... ¡Óyeme, Rucio!... ¡No rebuznes! No es para tanto... Tú no hablas ni oyes... La burra de Balaan era mucho más inteligente que tú...