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152 ISONDÚ


53.

El Vassí-Yateré.

Lía, la gordita, sentada a la puerta del rancho, mecía con sin par ternura a su muñeca de trapo, a su Rorro. En vano el Paraná mumuraba allí cerca; en vano las hojas cenicientas «Je las cecropias se destacan plateadas sobre el verde obscuro de los mirtos; en vano los helechos balancean al viento el encaje de sus frondas o !as sen- sitivas pliegan sus foliolos para substraerse al beso de fugitiva mariposa; todas las bellezas que el trópico brinda al pobre albergue para su ornato, no tienen para la gor- dita el encanto supremo de los ojos de Rorro, bordados con hilo negro sobre fondo blanco, aquellos “ojitos que no pestañean, que la miran siempre.

Los rizos de la niña brillan bajo el sol de Misiones, formando aureola al rostro angelical y sonriente.

Juana, la madre de Lía, ocupada en ¡as fae"25 caser no oyó el siniestro silbido de Yassí-Yateré, cl enano que sale del bosque a robar niños.

Entre tanto la rubiecita cantaba :

Duerme, hijo mío; mira, entre las ramas Está dormido el viento;

El tigre en el flotante camalote,

Y en el nido los pájaros pequeños.

Ya no se ven los montes de las islas : También están durmiendo.