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LECTURAS VARIADAS 149


— ¿Dónde está el rayo? — exclamó el viento. — Me gusta jugar contigo, ¡oh mar! cuando su luz siniestra enrojece las nubes.

— ¡Aquí estoy! — respondió un acento metálico

— ¿Quién habla?

— Yo.

— ¿Quién eres?

— El telégrafo.

— ¿Qué tiene que ver el telégrafo con el rayo?

— El hombre me ha sujetado a este alambre y ha aprovechado mi velocidad para suprimir el espacio.

El viento soltó úna carcajada. Al oirla, las ballenas y los tiburones huyeron espantados hacia el polo.

— Sólo falta — dijo el viento — que el hombre suba a las nubes y te aprisione.

— Ya lo ha hecho. Pone el pararrayos encima de su morada y a él me tiene encadenado.

— ¡Necio! Te creía más fuerte.

— ¡Nubes, abríos y azotad la casa del hombre! ¿ Dónde estáis?

— Aquí — contestó una voz estridente,

— ¿Quién habla?

— La locomotora.

— ¿Que tiene que ver la locomotora con las nubes?

— Las tengo aprisionadas en mi seno. En vez de flotar en el espacio, se retuercen dentro de las paredes de mi caldera, y, convertidas en fuerza, arrastran largos trenes y suprimen distancias.

— ¿Quién ha podido tanto?

— El hombre.

— ¡Mar! — bramó el viento. — Tú no te dejas apri- sionar como el rayo y las nubes.

— Yo tenía un secreto, — dijo el mar, — tenía abra-