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2 . «ISONDÚ


tierras extrañas fructificó bajo la benditión de Dios en fértiles cosechas. El don sin. precio puede revestir un valor infinito, porque fué un libro encontrado a la ca- sualidad el que infundió la perseverancia en el trabajo a Franklin y a Lincoln.

Cuando oigo decir que un hombre tiene el hábito -de ia lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él. Leer es mantener siempre vivas y despiertas las nobles facul- tades del espíritu, dándoles por alimento nuevas emocio- nes, nuevas ideas y nuevos conocimientos. Leer es, mul-. tiplicar y enriquecer la vida interior.

La lectura fecunda el corazón, dando intensidad, calor y expansión a los sentimientos.

Los egoístas no practican por lo general la lectura, porque pasan absortos en la árida contemplación de sus intereses personales. No sienten la necesidad de salir de sí mismos y estrecharse con los demás.

El libro es enseñanza y ejemplo. Es luz y revelación. Fortalece las esperanzas que ya se disipaban; sostiene y dirige las vocaciones nacientes que buscan su camino al través de las sombras del espíritu o de las dificultades de la vida. El joven obscuro puede ascender hasta el re- nombre imperecedero, conducido como Franklin por la lectura solitaria.


Enseñemos a leer y leamos. El alfabeto que deletrea el niño es el vínculo de la tradición del espíritu humano, puesto que le da la clave del libro que lo asocia a la vida universal. Leamos para ser mejores, cultivando los