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LECTURAS VARIADAS 127


Unos. — Mal habrá de cierto. ¡Bendecid, bendecidnos, señoras hadas!

Hadas. — Para todos paz y amor, paz y amor.

Todos. — Nos bendicen las hadas.

Rey. — Amigos, servidores, amigos todos : Más de llo- rar que de-reír es mi alegría, tan grande y tan dulce ale- gría. No parece del mundo este día; el corazón a brincos baila en mi pecho, salta, salta, y se asoma a los ojos en llanto, en risa a los labios, y lloro y río de tan grande y dulce alegría; no parece del mundo este día, este día de la vida mía. Hubo grandes dolores en la vida mía; en mi reino hubo guerras y pestes y grandes carestías, y el gemir de mi pueblo fué por mucho tiempo para mis oídos como el oleaje del mar, noche y dia, gemir infi- nito. Hoy es la esperanza, hoy es la paz y es la abundan- cia y la promesa de todos los bienes. Las hadas bendijeron la cuna de mi hija, de vuestra Princesa. Sobre el reloj de arena que contara las horas de sus días, desgranaron como co!lar de perlas el collar de sus dones. Hermosura, poder, riqueza, y todos agrados. A sus ojos, ún mirar que alegra como la luz del sol, un mirar que consuela como luz de luna; a sus cabellos, llamarada de oro en sus rizos, suavidad de seda en sus hilos; a su boca, voz me- lodiosa, liras y ruiseñores y vibraciones de cristal y plata, de palmas que arrullan y de arroyo que salta entre guijas. Majestad y gracia a toda su persona; tal majes- tad, que pudiera vestirse de harapos y correr los cami- nos por extrañas tierras, y todos dirían al verla : «¡Es una reina, es una reina! » Gracia y agrado tales, que la espada de la Justicia, como el puñal de la Venganza, serán en sus manos gentiles adornos, como ramo de flo- res o-abanico de plumas, y los castigados, los condenados por su justicia o su venganza, sonreirán agradecidos a