126 ISONDÚ
45.
La princesa sin corazón.
Unos. — No entréis ahora en la cámara regia. Es la hora solemne. Llegaron las hadas, las hadas benéficas. En torno a la cuna bendicen propicias.
Otros. — No faltó ni una sola al bautizo de nuestra princesa. ¡Princesa dichosa entre todas! Unos. — ¡Será la más bella!, dijeron unas.
Otros. — De todos amada, dijeron ctras.
Unos. -— Le cfrecen tesoros. La torre de plata que el rey construyera, la torre, hundida tan hondo como alta se elzva hasta e! cielo, no basta a guardar los tesoros que ofrecen las hadas a nuestra Princesa.
Otros. — ¡Oh Princesa, dichosa entre todas! Las hadas rodean tu cuna, las hadas benéficas.
Unos. — ¡Dichosos nosotros, porque ella será nuestra reina!
Otros. — ¡Dichoso su reino ertre todos!
Unos. — ¡La abundancia y la paz, serán siempre en su reino!
Otros. — ¡Callad, ¡Callad! Son las hadas que vuel-
ven. (PASAN LAS HADAS.) Unos. — Su hermosura es la Juz, es la luz del cielo. Luz ro-a de aurora, aurora de un día de felicidad. Otros. — La Juz de una noche feliz.
Unos. — Todas son hermosas. Su hermosura es una armonía que acaricia el alma. Otros. — Mal habrá quien se atreve a decir cuál es
más hermosa.