LECTURAS VARIADAS 121
43.
Mirando al mar,
La mañana.
Es la brisa tibia y leda un aroma que desmaya, tendido al sol en la playa peioa el mar canas de seda.
Rodando su ezul gigante que de nubes se enmaraña, vs cielo es una montaña de mármol y de diamante.
En la arena, apenas rota, escribe asidur la espuma,
y le dan papel y pluma, las alas de la gaviota.
L. LUGONES,
¡Cuánto cambia de color el mar inmenso!... ¿Quién habló de la monotonía del mar? La dura tierra sólo va- ría en el espacio; el mar cambia y se, transforma en el tiempo. Allí donde hace un instante tuvo una fisonomía, ahora tiene otra diferente. Esa inmensidad es un per- petuo « devenir », sin punto de reposo, sin velocidad de fijeza. ¿Qué paleta como la que le surte de matices? ¿Qué gama como la gama de sus sonidos? ¿Qué imagi- nación más rica en formas que ella, nunca igual a sí misma?... Yo quiero que detengáis el pensamiento en un aspecto, nada más, de esa variedad infinita; en la mudanza del color. ¡Qué raras invenciones de tintas las que saca a luz sobre el lomo, ya crespo, ya sumiso! Para estos cambios suele bastar un instante : lo que se tarda en quitar la mirada y devolverla. Y ¿qué es lo