LECTURAS VARIADAS 115
— Verdad es; pero sería mejor que no los trajeran, porque ése es un artículo muy fácil de adulterar, y como es de uso corriente, viene a constituir un peligro grande, pues los comerciantes sin conciencia expenden, bajo el nombre de vino, drogas venenosas que perjudi- can grandemente a la salud.
— ¡Ah! ¿y los que se embriagan?
— Ésos son unos desgraciados y criminales al mismo tiempo, porque se envenenan, se van matando paulati- namente, arruinan su salud, se embrutecen, dan mal ejemplo y acarrean grandes males a sus hijos.
— Si viera, abuelita, ¡qué risa me da cuando veo un ebrio por la calle!
— No— replica la abuela : — jamás puede dar risa el espectáculo de un hombre tambaleante, hablando disparates, que os mira con ojos estúpidos. No, niños; cuando veáis eso, atravesad la calle y seguid por otra acera; un ebrio produce repugnancia y lástima.
Yo creo que si los hombres supieran hasta dónde pueden llegar las consecuencias de un vicio, que así como la fortuna puede pasar hasta los biznietos, se detendrían horrorizados y no beberían más.
Mientras eso se hablaba, Lucía, con las gafas de la abuela caladas, estaba sentada allí cerca; parecía no escuchar, ni estar en la conversación, cuando de pronto dijo :
— Pero, abuela, Vd. nos está estafando; éste no es el trato.
— Bueno, chicos, cierren el pico, y que abuela so- lita hable.
Todos se desbandaron a buscar asientos, y poco des- pués volvían, cual con una sillita de hamaca, quien con un banquito, que colocaba bien cerca de la querida an- ciana, y con los ojos fijos en ella esperaron.
ISONDÚ 1926 5