LECTURAS VARIADAS 97
36. El rubí.
El cuerpo del delito estaba allí, en el centro de la gruta, sobre una gran roca de oro; un pequeño rubí, redondo, un tanto reluciente, como un grano de gra- nada al sol.
El gnomo tocó un cuerno, el que llevaba a su cintura, y el eco resonó por las varias concavidades. Al rato, un bullicio, un tropel, una algazara. Todos los gnomos habían llegado.
Era la cueva ancha y había en ella una claridad ex- traña y blanca. Era la claridad de los carbunclos que en el techo de piedra centelleaban, incrustados, hundi- dos, apiñados, en focos múltiples; una dulce luz lo ilu- minaba todo.
A aquellos resplandores podía verse la maravillosa mansión en todo su esplendor. En los muros, sobre pe- dazos de plata y oro, entre venas de lapislázuli, forma- ban caprichosos dibujos, como los arabescos de una mez- quita, gran muchedumbre de piedras preciosas. Los diamantes, blancos y limpios como gotas de agua, emer- gían los iris de sus cristalizaciones; cerca de calcedonias colgantes en estalactitas, las esmeraldas esparcian sus resplandores verdes, y los zafiros, en amontonamientos raros, en ramilletes que pendían del cuarzo, semejaban grandes flores azules y temblorosas.
Los topacios dorados, las amatistas, circundaban en