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32.

La caridad en Holanda.

La primera impresión vívida que tuvimos de la ca- ridad holandesa, fué al admirar una riquísima chica que entró a comprar alguna cosa en una tienda «donde nos hallábamos

Iba vestida de negro y rojo, en paños alternados; la cabeza fina encerrada en casco de plata que brillaba tras un adorno de encaje que formaba una delicada au- reola al rostro juvenil, de facciones inteligentes, que son- reía con gracia y finura a nuestras miradas llenas de extrañeza.

Preguntamos qué era la singular e interesante apa- rición, y era de ver la expresión de orgullo del tendero al explicarnos que era una Huérfana de la_ciudad de Amsterdam.

Cada ciudad de Holanda tiene una casa” dhuérfa-

nas, a las cuales se da una educación muy áctica : concurren a las escuelas comunes y salen a la calle solas con su bonito y singular traje medioval, osten- tando los colores de la ciudad y protegidas por su uniforme. - ' ¡Guay del fondero que las deje entrar en su fonda y les venda el menor refresco, y también de aquél que les falte al respeto que merece la juventud, la inocencia y la desgracia! Multas y prisiones están listas para los men- tecatos.

A los diez y ocho años salen del asilo a ganarse la