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se sacrificaban á su nombre, conmovieron sus entrañas?

No; ciudadanos, nó: en su alma tenia su trono el imperio de la ferocidad. De ella sale una voz que dice, como se dijo en otro tiempo contra los Norte—Americanos—,, con pueblos rebelados la clemencia es debilidad; el estandarte de la rebelion fue levantado por la fuerza: caiga sobre las manos que lo desplegaron y sobre todos sus secuaces la cruel hacha de la justicia: no demos tiempo á esos amotinados para que se acostumbren á sus crímenes, á los xefes para que afirmen su poder, ni á los pueblos para que aprendan á venerar sus nuevos amos. A éllos se les dan las pasiones, como las armas. Despleguesé á su vista la magestad del trono español; ellos se precipitarán á nuestros pies, pasando luego del terror á los remordimicntos, y de los remordimientos al yugo. La piedad en la guerra civil és mas funesta de las virtudes; la espada a vez desembainada no debe volver á su lugar, si no por la sumision: perezcan todos si es preciso, y á los que escapen de la muerte solo les queden en su alivio ojos para llorar." A Los hechos de este rey inhumano van todos al unísono de estas palabras. Traed, ciudadanos, á la memoria el torrente de males que ós expusimos en otro manifiesto patetico, si acaso no bastan los que sufris, para acreditar su crueldad. Ignoraba sin duda que la paciencia tiene un termino, al que sucede la desesperacion; que el terror indigna mas, que lo que acobarda á un pueblo armado por su libertad; y en fin que la naturaleza se venga de todo aquel que se atreve á ultrajarla.

Para conocer todo el fondo de imprudencia que caracteriza los hechos de este rey, echemos la vista sobre los es-