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Ya se ve, señores, como la modestia fué la compañera inseparable de la cordura y del saber : Los generosos deseos y la visión nítida sobre el porvenir científico de nuestra Facultad, de aquel maestro, dechado de abnegaciones, se cumplía, en la medida de sus anhelos, dos años después de confesados a sus discípulos, y mientras residía en Paris, en Abril de 1886.

Como él lo dispusiera, la Academia de Medicina había creado oportunamente el premio «Guillermo Rawson», y abierto el concurso para el mejor trabajo que se presentara sobre Higiene pública.

Vencidos los términos, y conforme al dictamen del jurado, la Academia resolvió acordarlo al autor del trabajo sobre la «Morbilidad y mortalidad infantil en Buenos Aires», tema y cuestiones que tanto habían preocupado la atención del creador del premio.

Al ser abierto el sobre que encerraba el nombre del autor, se vio que la suerte había dispuesto con delicado acierto, que la recompensa del maestro genial la obtuviera uno de los sobresalientes discípulos del primer curso inaugural de la cátedra, el que siguió sus huellas luminosas, el que tuvo la preparación necesaria para sucederle en la cátedra, el que ha venido a oír este pálido panegírico consagrado a quien lo iniciara en la ciencia de la higiene pública y que, sin saberlo, nos brinda la ocasión única de consagrar un aplauso sonoro al maestro inmortal, en