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amistad y devoción de los discípulos, le sorprendió la noticia de que el Congreso de la Nación había votado su jubilación, o retiro, en mérito a los relevantes servicios prestados a la patria.

Aquel justo homenaje tributado por el parlamento a quien fuera uno de sus más esclarecidos miembros, intranquilizó la paz de su alma puritana y modesta en grado superlativo.

Habíanse exagerado sus pobres servicios al país y a la enseñanza, decía, y no se creía merecedor a la protección del estado, no obstante la precaria situación económica y de salud porque pasaba en esos días. Pero la aceptó al fin, creándose el compromiso de consagrar los últimos años, y fuerzas mentales que aún le quedaban, a escribir una obra sobre Higiene pública que legaría a su país en compensación al honor recibido; más los años que se precipitaban con torpeza, tan sólo le permitieron escribir sus recomendables «Observaciones sobre Higiene internacional».

Pero olvidaba el viejo maestro, en su modestia franciscana, que su magna obra, de ciudadano y de médico, ya la había legado, a su patria idolatrada, en el parlamento y en la Facultad de Medicina.

Conocida tal noticia por los estudiantes, se precipitaron en entusiasta manifestación, no desprovista de cierto dejo de pena por la pérdida del catedrático incomparable, a cumplir con un deber de gratitud y testimoniarle, públicamente, la admiración afectiva que le profesaban.

« Nosotros recordaremos y recordamos