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« De aquellas fétidas pocilgas, dice, cuyo aire jamás se renueva, y en cuyo ambiente se cultivan los gérmenes de las más terribles enfermedades, salen esas emanaciones, se incorporan a la atmósfera circunvecina y son conducidas por ella tal vez, hasta los lujosos palacios de los ricos.»

Nada escapa a su espíritu analítico. De las malas condiciones higiénicas en que vive el obrero, que no repara debidamente sus fuerzas durante la noche al respirar un aire impuro, deduce con exactitud, la disminución de sus fuerzas para el trabajo, y por lo tanto su menor valor como factor económico.

Pero la faz más grave de la cuestión, es sin duda la conexa con los problemas de la infancia, de suyo delicados y trascendentales: Los millares de niños que se revuelven en los conventillos, sucios, descalzos, harapientos, sin espacio donde jugar, faltos de luz y aire, en la tierra del aire y de la luz, preocupan sobremanera su atención: Hace notar que esos niños pálidos y mal nutridos, son los obreros del mañana y serán una parte del pueblo argentino, por cuya salud deben velar los poderes públicos y la sociedad misma, hasta por interesado egoísmo.

El niño de las casas de inquilinato, es el precioso caldo de cultivo para el desarrollo del bacilo de la tuberculosis, y para la propagación de todas las enfermedades infecto-contagiosas. Propender a la desaparición de los conventillos es hacer obra de higiene pública y de saneamiento