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recompensa de los esfuerzos que el hombre hace para asegurarla.»

Algunas décadas después de iniciadas las obras de salubridad, cumplíase ampliamente el pronóstico sanitario del sabio higienista; la mortalidad de la ciudad de Buenos Aires que él viera oscilar entre 28,1 y 49,9 por mil, desde el año 1861 hasta el de 1875, y excepción hecha del año de la epidemia del 71, debido al pésimo estado de la higiene pública y privada, descendió al 14 por mil, colocándose así a la par de las ciudades más favorecidas por su débil mortalidad.

Un otro trabajo, de incuestonable mérito ha legado el doctor Rawson a la posteridad: El estudio sobre «Las casas de inquilinato en la ciudad de Buenos Aires», monografía donde al destacarse el higienista observador y severo, se revela el sociólogo que mira lejos, abarcando el conjunto de los problemas del pauperismo, miseria imioral, y hacinamiento de los seres humanos, en las grandes metrópolis.

Describe, con exactitud fotográfica, lo que era en el año 1880, el tradicional conventillo de Buenos Aires, casi el mismo desgraciadamente de la actualidad, con sus funestas consecuencias para los 51.915 personas que los habitaban, particularmente para los niños, y los graves peligros que esas mismas viviendas, estrechas, húmedas y sombrias, traen aparejados para la salud de todos los habitantes, sin exclusión de los favorecidos por la fortuna que viven en palacios vecinos y lejanos.