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costar, el dominio de una ciencia como la higiene pública, que allá por el año 1873, no era aún fundamentada por la experimentación del laboratorio como en la actualidad.

Sincero y leal como un niño, declaró a sus discípulos que estudiaría higiene con ellos, y lo hizo con tal aprovechamiento que su fama corrió poco después, por los centros científicos de América y Europa, colocándolo a la par de los higienistas más reputados.

Sus conferencias,[1] rebosantes de erudición, deleitaban al auditorio siempre numeroso, y renovado, coimo deleitaron sus comunicaciones científicas presentadas en varios congresos médicos celebrados en el extranjero.

Entre los numerosos discípulos de aquel primer curso, figuraban los actuales médicos Emilio R. Coni, que siguió con brillo el derrotero trazado por el inolvidable maestro en el ilimitado campo de la higiene pública, y Telémaco Susini, quienes consiguieron del gobernador Acosta, que hiciera tomar taquigráficamente la mayor parte de las conferencias, que aquel dictase a sus primeros discípulos, y que, más tarde, el doctor Luis C. Maglioni daba a la publicidad, en un volúmen editado en Paris el año 1876.

En esta obra, cuyo mérito se acrecentará con los años, es fácil apreciar la trascendencia y alcance patriótico del programa desarrollado por

  1. El profesor Rawson pasaba lista una vez por semana, y agregaba que, en los otros días de clase, no se preocupaba del auditorio, pero en realidad no se preocupaba en ninguno, porque los alumnos no cabían en el aula sin necesidad de la lista.