materia de cultos, pero amaba sobre todo el culto a la justicia, acordándola a quien la merecía.
« Yo he presenciado, dijo en aquella ocasión en que dejaba sentir todo el poder de su elocuencia, por razón de mi profesión, lo que ha sucedido en la epidemia pasada; y quiero aprovecliar este momento para tributar un homenaje de justicia. Yo recuerdo en los últimos meses en que eran mayores los estragos de aquel cruel azote, la soledad que se hacía en todas partes de la ciudad. Yo he visto abandonado al hijo por el padre; he visto a la esposa abandonar el esposo; he visto al hermano moribundo abandonado por el hermano; y esto está en la naturaleza humana. Pero he visto también, señores, en altas horas de la noche, en medio de aquella pavorosa soledad, a un hombre vestido de negro, caminando por aquellas desiertas calles. Era el sacerdote, que iba a llevar la última palabra de consuelo al moribundo. Sesenta y siete sacerdotes cayeron en aquella terrible lucha; y declaro que este es un alto honor para el clero católico de Buenos Aires, y agrego que es una prueba de que no necesita ese culto del apoyo miserable que pensamos darle con el artículo que se propone.»[1]
Como siempre es grato conocer la opinión de los grandes oradores sobre otros que no lo son menos, máxime cuando se trata de contemporáneos; escuchemos un momento al doctor
- ↑ De la obra citada de Alberto B . Martínez.