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despachado por los senadores Valentín Alsina, del Carril, Elizalde y Cullen, sobre la federalización de la ciudad y provincia de Buenos Aires para servir de capital a la república.[1]

En ellos sostiene con argumentos de índole constitucional y atinadas reflexiones de orden político, los inconvenientes y sin razón de pretender suprimir una provincia, un estado federal autónomo, para convertirlo en capital de la república, al paso que sostenía y demostraba la constitucionalidad y conveniencia de que las autoridades federales residieran, así fuese temporariamente, en la ciudad de Buenos Aires. A la coexistencia de los poderes de la nación y provincia en una misma ciudad, decía, no se opone la constitución, y sus ideas concluyeron por prevalecer hasta 1880, en que los acontecimientos revolucionarios demostraron como aquella dualidad de poderes, en un mismo sitio, no se hallaba exenta de complicaciones y peligros.

Puso término a su segundo y magistral discurso, con las siguientes palabras que siempre serán de actualidad, y hoy, tanto o más que ayer.

« Nosotros estamos aquí, señor presidente, para cumplir la ley suprema, que es la ley de la Nación; no salgamos pues, de esa ley, no vayamos contra su espíritu, o contra su letra, no comprometamos ninguno de los principios consagrados en ella; a fin de que cualquiera que sea el éxito de nuestros trabajos, nunca quede el

  1. Véase el Diario de Sesiones de Senado de la Nación, de los días 1.º y 3 de Julio de 1862.