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Septiembre de 1861, que como es sabido resultó desfavorable para las fuerzas de la Confederación que dirigía el general Urquiza, el doctor Rawson resolvía establecerse como simple ciudadano en la ciudad de Buenos Aires capital de la provincia.

Los hombres de Buenos Aires, con el general Mitre a la cabeza, conocedores al detalle de las ideas sostenidas por el ex diputado de la Confederación y su gran valimiento como patriota, no tardaron en ofrecerle una banca en la cámara de senadores de la provincia. El la aceptó sin vacilar, dispuesto a trabajar en ella por su patriótico ideal, la unión nacional. Esta segunda etapa de su vida parlamentaria resultó tan brillante como la primera. Rawson jamás se embanderó en ninguno de los bandos en que, por esos días, se dividía la familia argentina; no era porteño ni provinciano, quería ser y era solamente argentino.

Pocos meses duró su permanencia en el senado provincial debido a que los sanjuaninos, reconociendo sus servicios y aptitudes, le habían elegido representante de la provincia en el senado nacional, en el año 1862. Rawson tuvo por fin la enorme satisfacción de ver triunfantes sus ideas y anhelos de patriota, la unión nacional estaba hecha, y desde ese auspicioso momento consagró las luces de su talento y vasta ilustración, a luchar por el engrandecimiento institucional y material de la república.

Incorporado a la alta cámara en aquel año, inicia las tareas parlamentarias pronunciando sus dos célebres discursos, con motivo del proyecto