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o conveniencia de este paso, y de que Benavides no tiene cuenta jamás ni las recomendaciones de su madre, el interés manifestado por los señores Segura y García, en mi favor, no puede menos de herir a estos miserables que tanto trabajan por mi ruina.

Quisiera hablarle ahora de mis propósitos para en adelante. - ¿Iré a Mendoza a buscar un asilo contra las pasiones brutales de mis verdugos? ¿Abandonaré, por temor de nuevas vejaciones y de la muerte, el puesto de mártir en que mi destino ha querido colocarme? Cuestión es esta que, mirada bajo este solo aspecto, no me tendría perplejo un solo instante, pues que cuando regresé a San Juan, vine ya con la resignación del que se prepara al sacrificio. Ni me ocurre otro motivo para justificar mi deserción, desde que los insultos seguros y el probable degüello que me espera, viviendo entre estos bárbaros, no me hacen volver la cara. Más adelante hablaremos acerca de esto. No quisiera yo que mis amigos de Mendoza tomen por una temeraria obstinación mi constancia en vivir aquí. No, mi querido; yo busco sin pasión, el lugar sobre la tierra donde puedo servir mejor a los intereses de la humanidad y de la causa santa que es la religión de mi alma, y no veo otro que este pedazo de tierra idolatrado, donde están sepultadas para siempre las esperanzas de mi vida. Si Dios envía alguna vez sobre este pueblo las bendiciones de la libertad y de la paz, otros hombres más a propósito vendrán aquí para hacer germinar los elementos de prosperidad que están dormidos; pero yo, que tengo la vocación del sacrificio y del martirio, debo inmolarme en el altar como una víctima espiatoria. En fin, después hablaremos sobre ésto, porque quiero que usted me encuentre razón y me justifique.