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que vos necesitais un espacio mayor e ilimitado, para desenvolver y dar movimiento a vuestras facultades. Necesitais empresas grandes que acometer, tinieblas que iluminar, secretos misterios que descubrir; algo, en fin, proporcionado a la magnitud de vuestra inteligencia. Ireis muy lejos a encontrarlos; porque al dar los primeros pasos en vuestra carrera tropezareis con cuestas escabrosas que ascender, con bajíos impenetrables que sondear, con dificultades superiores que vencer. Hay, entre otras, una que debe llamar desde temprano vuestra atención, ya por ser fecunda en gloria para el que la acometa, ya por pertenecer a la vez a la ciencia y a la patria.

Hay un libro en blanco, doctor Rawson, que hace muchos años que esperaba la pluma inspirada de un hijo del Plata que escriba en él la primera página: este libro, destinado a jugar un día un rol importante en los destinos de la República, cuando los hombres de vuestra capacidad se hayan ocupado de él, es el libro todavía en blanco de nuestra ciencia médica. Todavía en blanco, doctor Rawson, pero no estará más así, desde que hagáis la resolución de llenarlo; y a fe que vos lo podeis hacer. Hé ahí una empresa gigantesca, colosal, digna de vos y para que pareceis destinado. Acometedla, doctor Rawson, escribid la carátula y un pensamiento en pos de ella, que en pos del vuestro también alguna otra cabeza privilegiada continuará la obra. Acometedla, que tal vez, inspirado con vuestro ejemplo, se levante de los bancos de este salón algún talento distinguido, que animado con vuestros sucesos, aspire a la gloria de imitaros; alguno que quiera tener el orgullo de poner su nombre al lado del vuestro, y que, aunque grande