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más brillante, más lleno de esperanza que el vuestro, nunca. Precedido del prestigio que a vuestros condiscípulos y comprofesores inspirais, celebrado por la fama, dueño de la opinión, felicitado por la Universidad, teneis abierta delante de vos la más linda carrera que se ha ofrecido hasta hoy a ningún talento nacional. Vuestro porvenir, vuestra gloria, vuestra misión literaria son excepcionales como vuestra capacidad; marchan a otro templo, ciñen otra corona, trazan otro programa que el que estamos acostumbrados a ver. Los dogmas heredados, las verdades manifiestas, los principios recibidos de la ciencia del hombre, ya os pertenecen. Los misterios ahora, las leyes ocultas, los impulsos secretos de la organización y la vida, por lo mismo que se escapan a la penetración de los más, son el objeto a que tienden las grandes capacidades, son también una empresa y un triunfo digno de vos. Para las cabezas gerárquicas, como la vuestra, las han reservado los arcanos de la ciencia. Yo sé bien que no volvereis la frente delante de ninguna dificultad; al contrario, espero que la levantéis algún día radiante de gloria sobre los trofeos y conquistas con que ensanchareis el dominio de la ciencia, y sobre los abismos de obscuridad y dudas, que la claridad de vuestro talento hubiese regado.

Reducir vuestra misión científica a la órbita común en que se desenvuelven los talentos ordinarios, es tan difícil como encerrar el Océano en uno de sus golfos. A los talentos como el vuestro no se les puede poner coto, ni trazar círculo de acción, porque todos los límites les son estrechos, y reducidas todas las órbitas. Es preciso abandonarlos a si mismos para que campeen con toda la celeridad de que son capaces. Así es