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carta dirigida a su amigo el doctor Larrosa.[1]

Dice así:

Estudiaba yo física en 1840 bajo la dirección del sabio jesuíta, el Padre Gomila. Un día en que el padre nos enseñaba experimentalmente la acción de la pila voltáica y la celeridad de la corriente elétrica, yo tomé con deliberación un alambre atado a uno de los polos de la pila, salí con el alambre al patio del colegio, y lo llevé hasta su término, encargando a uno de mis copañeros que hiciera descargas sucesivas sobre mi alambre, acercándolo y alejándolo alternativamente del otro polo, según nos lo había enseñado el profesor. Llamé entonces al Padre Gomila, que me dispensaba mucha confianza, y entablé con él el diálogo siguiente: — «Aquí recibo, señor, instantáneamente las descargas sucesivas de la pila. Si este alambre se extendiera hasta la Plaza Victoria, ¿no recibiríamos allí las descargas con la misma celeridad? - Seguramente que sí, respondió el padre. - Y si el alambre mismo alcanzara hasta la ciudad de San Juan, ¿no se produciría en aquella estremidad el mismo efecto de las descargas? — Creo que sí, contestó él, si el conductor pudiera mantenerse aislado hasta allí: y ¿que deduce usted de esto? — Me ocurre, señor, que si se diera un significado convencional a las descargas, según su número, se podrían trasmitir palabras a larga distancia, y que yo podría conversar con mi padre, que está en San Juan. — No me había ocurrido eso,» fué

  1. Corre publicada en la importante obra "Estudios y discursos dd doctor Guillermo Rawson", por Alberto B. Martínez, tomo I, pág. 377, año 1891.