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tro, presintiendo horas de prueba, en las que tal vez hubiera que jugar todo lo que una nación tiene de caro y de sagrado. La juventud se dirigió á los cuarteles y preparó tranquilamente sus armas; la nación se armó y organizó sus fuerzas, y en la solemnidad de esos momentos, en que la spequeñas y miserables pasiones callan ante la inmensa palpitación patriótica, todas las miradas y esperanzas se dirigieron á un hombre, á cuya inteligencia y patriotismo, si la hora fatal hubiese sonado, hubiéramos confiado la honra de la patria, las glorias de su bandera, lo mejor de nuestra vida y de nuestra sangre.
El peligro fué conjurado; las nubes se disiparon y tranquilizada