sen estrechamente atados, tentaban, como es natural, ponerse en libertad.
El asalto, empezado al amanecer, duró hasta la noche. Los acometedores, con una constancia digna de mejor éxîto, se succedian los unos á los otros. No obstante, Alonso Monroy, que comandaba en la fortaleza, encontró medio de enviar, entre el tumulto, un aviso á Valdivia, el qual retornando prontamente, encontró el foso cubierto de cadáveres, y los enemigos, á pesar del estrago recibido, preparados para volver á comenzar el combate. Por tanto, habiendose unido con los sitiadores, fué en batalla formada á desbaratar sus tropas, que se habian acampado sobre la ribera del rio Mapocho. Aquí se combatió largo tiempo con igual valor, pero con mucha menos ventaja de la parte de los naturales: las armas y la disciplina eran demasiado desproporcionadas. La mosqueteria y los caballos destruian con horrible carniceria sus filas, solamente armadas de arcos y de hondas. No obstante, obstinados contra la misma impotencia, se presentaban furiosos al exterminio, hasta que debilitados enteramente, y perdida la flor de su juventud, se dispersaron por aquellas campañas.
A pesar de esta derrota, y de otras no menos considerables que tuvieron consecutivamente, nunca cesaron, por el espacio de seis años; esto es, hasta su entera ruina, de tener sitiados