tados por ciertas supersticiosas observaciones del viejo Extoqui Lientur, que habia querido participar de la gloria de la empresa, lo abandonaron por la mayor parte antes de llegar al termino de la expedicion. No obstante de esto, él, diciendo no haber mejor agüero en la guerra que la gana de vencer, pasó adelante con tres mil doscientos valerosos, que quisieron seguirlo, y se acampo á poca distancia de la plaza. Algunos le aconsejaban de embestirla aquella misma noche, pero él rehusó hacerlo, así para dar algun reposo á sus tropas, como por no ser acusado de los enemigos de que se prevalia en sus operaciones de las tinieblas, á manera de ladrones.
El Gobernador, resuelto de presentarle el dia siguiente la batalla, hizo que su gente, siguiendo su exemplo, se dispusiese, del modo que fuese posible,1632. con los auxîlios de la iglesia. Aquella noche él tuvo una escaramuza con algunos campos volantes del exército enemigo, que se habian acercado demasiado á la muralla, y habian quemado las casas de los auxîliares. Al venir el alba condüxo sus tropas á ocupar el ventajoso puesto de la Albarrada, el qual estaba circuido de dos profundos torrentes. La caballería, mandada por el Maestre de Campo Sea, se formó á la diestra, y la infantería se puso á la siniestra, baxo las órdenes del Sargento Mayor Rebolledo.