memoria de las desgracias padecidas en aquel mal presagioso sitio. Habiendose puesto á la cabeza de 1Ϡ Españoles, y de un competente número de auxîliares, al instante se dirigió allí con ánimo de desalojar al enemigo, ó á lo menos de tenerlo sitiado.
Despues de haber dado las disposiciones necesarias, al venir el alba comenzó á desfilar para la dificultosa subida, conduciendo en persona la vanguardia, al frente de la qual habia colocado veinte Oficiales reformados, y prácticos de aquella guerra. Apenas habia llegado á medio camino, quando se vió en un momento asaltado de Quintuguenu con tal furor, que qualquier otro Xefe menos hábil hubiera sido infaliblemente trastornado con toda su gente. Pero él animando á los suyos con la voz, y con el exemplo, sostuvo mas de una hora el terrible encuentro del enemigo, hasta que ganando paso á paso el terreno llego á volverlos hacer entrar en sus atrincheramientos, pero sin haber podido romperlos.
Los Araucanos, exhortandose recíprocamente á adquirir una muerte gloriosa, defendieron todo el resto de la mañana con increible valor su campo. Al medio dia Don Carlos Irrazabal, despues de una obstinada oposicion, forzó finalmente con su compañia las lineas de la parte siniestra, y al mismo tiempo penetraron con sus brigadas por el frente, y por la