nillas de cuentas de vidrio en los brazos: con las mismas entretexen sus cabellos, y cuelgan al rededor de la cabeza cascabeles. Aunque tengan numerosas manadas de bueyes y de carneros, no se alimentan por lo comun sino de carne de caballo, la qual prefieren á todas las demas viandas como los Tartaros, pero mas cultos que estos acostumbran siempre comerla cocida, ó asada.
Habitan á la manera de los Árabes Scenitos, baxo toldos de pieles, que disponen en circulo, dexando en el centro un campo espacioso, donde pacen sus bestias mientras hay yerba. Quando esta empieza á faltarles, transportan sus barracas á otro sitio, y así de lugar en lugar van corriendo los valles de la cordillera. Esta vida errante no es privada de placeres. Con este medio se adquieren nuevos vecinos, nuevas comodidades, y nuevas perspectivas.
Cada aduar le gobierna un Ulmen, ó príncipe hereditario. Su lengua y religion no son diversas de las de los Araucanos. Aman la caza, y por eso corren á menudo las inmensas llanuras que yacen entre el gran rio de la Plata, y el estrecho Magallánico. Con estas correrias llegan hasta Buenos Ayres, cuyas campañas saquean algunas veces, y atacan las caravanas de mercaderias que de allí pasan á Chile. Los buenos sucesos los han ani-