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del Reyno de Chile

enteramente el orgullo Araucano, esta vez todavia pensó tener mayores fundamentos para creer totalmente acabada la guerra. La batalla de Quipeo le paracia á todas miras decisiva. Los primeros Oficiales que sostenian el valor de los enemigos, habian todos perecido en aquella fatal jornada. La nacion quedaba sin tropas, y sin Xefes, y se mostraba sumisa á discrecion de los vencedores. Inducido, pues, de estas ideas lisonjeras, se dedicó á toda su comodidad á reparar los daños ocasionados de la guerra. Reedificó las plazas destruidas, y, en particular las de Arauco, y Angol. Restituyó sus habitantes á Villarica. Hizo volver abrir las minas abandonadas, y descubrir otras nuevas. Procuró que se erigiese una silla Episcopal en la capital del Reyno, y habiendose transportado á esta ciudad, recibió en ella al primer Obispo, que fué un Religioso de San Francisco nombrado Fray Fernando Barrionuevo.

Encontrandose despues con un buen número de tropas aguerridas, expedió una parte de ellas baxo el mando de Pedro Castillo para terminar la conquista de Cuyo, ya principiada por Francisco de Aguirre. Mediante la sabia conducta de aquel Oficial reduxo los Guarpes, antiguos habitadores de esta provincia, al dominio Español, haciendo fundar en las faldas orientales de la cordillera las ciuda-
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